Prisas, siempre algo que hacer, trabajo, estrés, ansiedad…. No sabía disfrutar de TODO lo que tenía (incluída mi hija). Siempre me he considerado una persona afortunada pero nunca he sabido disfrutar plenamente de la vida, de la lluvia, siempre buscando el sol…
Trabajaba, estudiaba, no he vivido nunca relajada, creía que ese era mi estado natural, y esta era mi vida. Si, tenía muchas satisfacciones pero no sabía disfrutar de ellas, quizá nunca supe disfrutar si quiera de mi misma, quizá nunca me quise.
Así era mi vida, la verdad un tanto inmadura, y de repente, yo que siempre había gozado de una buena salud, además de cuidarme como buena obsesiva que era, me atizó una bofetada de realidad y de humildad que necesitaba: el 19 de diciembre de 2013 me diagnosticaron sarcoma de Ewing. Yo tenía 33 años y una hija de 14 meses. Fue un jueves, no podré olvidarlo, y ese fin de semana, por primera vez en sus 14 meses, disfruté plena y conscientemente de mi hija.
La traumatóloga que me diagnosticó, me había metido en quirófano para extirparme un ganglión, yo llevaba más de un año con un bulto en la pierna que crecía considerablemente, jamás sospecharon que pudiera ser cáncer. A los 15 días de la operación, yo entraba a trabajar, después de dejar a mi hija en la guardería, y a las 09:00 me llamaron, la doctora quería hablar conmigo personalmente en el hospital. El miedo me invadió, supe que algo no iba bien, no quise en un primer momento avisar a mi familia hasta saber realmente qué pasaba, pero tampoco podía ir sola, me acompañó (siempre agradecida) una compañera de trabajo. Cuando la doctora salió a buscarme, solo con la forma de mirarme supe que algo muy duro estaba por suceder, me dijo que tenía un sarcoma, un cáncer muy agresivo y que me derivaba a Madrid, al hospital clínico porque eran especialistas en este tipo de tumor. Me insinuó que me quedaba poco tiempo de vida y que disfrutara de mi hija… yo no me podía creer lo que estaba oyendo, de hecho nunca pensé que fuera verdad y no sé si ese proceso de negación fue lo que realmente me ayudó a estar bien hasta que me vieron en el Clínico y me confirmaron que el sarcoma no había metastatizado y que en principio había un buen pronóstico.
LA VIDA NO SE TRATA DE ESPERAR QUE SALGA EL SOL, SE TRATA DE APRENDER A BAILAR BAJO LA LLUVIA
El momento del diagnóstico fue muy trágico, una explosión de emociones que no sé como describir, la traumatóloga no estuvo (afortunadamente) acertada, pero he de decir que sentí su compasión y su empatía.
Empecé a vivir después de esto, no sin momentos ásperos, pero a vivir.
En el Clínico me atendió y me atiende el Doctor Casado, referente en sarcomas a nivel nacional, un magnífico médico, muy humano. Recibí quimioterapia y radioterapia, también me operaron para extirparme el tumor. Todo fue bien, sobre todo el trato. Estoy y estaré siempre agradecida. Y tengo que agradecer al cáncer que me haya enseñado a vivir, no quiero ofender a nadie con esto, pero yo necesitaba un golpe así para despertar.
Mi historia (que aún no ha terminado) culminó con un embarazo justo después de terminar el tratamiento y contra todo pronóstico. Cerré el círculo, círculo que escribo cada día.
En mi camino me ayudaron muchas personas, tuve muchísimo apoyo y siempre me ayudó mucho el hablar con gente que hubiera pasado por esta enfermedad, algunas de estas personas se han convertido en grandes amigos que me acompañan, por eso quiero plasmar aquí mi testimonio, por si puede servir de ayuda a alguien.
Han pasado 7 años, tengo revisiones anuales, y tengo miedo, sí, hay momentos que tengo mucho miedo, sobre todo cuando se acercan las revisiones, pero también he aprendido que el miedo no es malo, es un sentimiento humano, y que puedes sentir miedo y rabia y tristeza pero no hay que dejarse llevar por ello. Y también he aprendido que la vida no son los años, es la actitud con qué vivamos esos años.
Gracias por la oportunidad.
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